Las estrategias electorales van necesariamente de la mano de altavoces mediáticos, focos que iluminan y deslumbran a todo votante despistado para que vuelva al redil partidista, que no tanto ideológico, si es que alguna vez pensó en hacerlo. Pero la dinámica para mantener el poder que lleva utilizando el Partido Popular las última dos década está más que definida y controlada para cualquier eventualidad: pasta y fakenews a saco. Esta táctica, en un Estado medianamente honrado si es que eso existe, debería tener un pequeñísimo inconveniente y no es otro que la Justicia. Pero visto que "el que no llevó a Pablito Casado de la mano para que le aprobaran en cuatro meses lo que no pudo aprobar en cuatro años" está "afinando por detrás el asunto" parece un poco verosímil pensar en una red de seguridad para el ciudadano/consumidor de dicha información. Pero vamos al meollo en cuestión, aunque sea "muy burdo vamos con ello".
No sólo supone un blanqueamiento del destrozo sanitario, el genocidio en las residencias de ancianos o dar dinero público a dedo a hermanos y "conocidos". Se trata de mucho más. Estos encargos tienen el fin último de la televisión, el medio más consumido por los potenciales votantes, para que mientan, interrumpan o justifiquen cualquier barbaridad que cometan o defiendan los populares. Todo ello envuelto en la protección de los dos grandes conglomerados de la televisión y la radio; Atresmedia y Mediaset. Un endiablado caldo de cultivo que no supone otra cosa que un constante golpe de Estado mediático que victimizan tras la supuesta libertad de expresión.
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